24 de agosto de 2013

UN TRAYECTO NECESARIO: ¡MAGIA POTAGÍA! YA!

UN TRAYECTO NECESARIO

El Tren de la Costa entre Valencia y Alicante, la ampliación de una reivindicación histórica

ESTEFANÍA PASTOR. 21/08/2013 El Gobierno se hará cargo del trayecto Gandía-Oliva-Denia, demandado por la Marina Alta y la Safor desde hace 38 años, mientras que la Generalitat financiará el tramo Denia-Alicante, cubierto actualmente por el TRAM


VALENCIA. Ya han pasado 38 años desde que la Marina Alta yla Safor empezaran a reivindicar el trayecto Gandía-Oliva-Deniay finalmente ha empezado a tomar cuerpo. Este tramo del Tren de la Costa, el que asumirá el Estado, ha permanecido sin conexión ferroviaria desde que la línea fuera desmantelada en 1974 y ha sido objeto de continuadas promesas políticas que nunca han llegado a cumplirse. 
Pero este martes se dio un paso más. El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó la licitación del Ministerio de Fomento del contrato de servicios para la redacción del estudio informativo de la línea ferroviaria Valencia-Alicante y el estudio de viabilidad de la conexión ferroviaria de Torrevieja, por 1,3 millones.
De hecho, la petición de la conexión entre Gandía, Oliva y Denia ha supuesto quebraderos de cabeza para muchos y era previa a la idea de unir las provincias de Valencia y Alicante por el litoral. A ésta se sumó la intención de que el tren también pasara por Benidorm y para terminar el recorrido se apostó por llegar hastaAlicante.
Esto explica que también se haya sacado a licitación el estudio de viabilidad con conexión ferroviaria de Torrevieja, un tramo que no es imprescindible, ya que la conexión entre Denia y Alicante ya es suplida por el servicio del TRAM, perteneciente a Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana. Por este motivo, el Estado se encarga del trayecto necesario, mientras que el Gobierno autonómico haría frente al gasto de que el recorrido se ampliara hasta Alicante.
Elaborado por Valenciaplaza.com
Según explican a Valenciaplaza.com fuentes de la Conselleria de Infraestructuras, aún no se puede determinar cuáles serán las paradas del tren de la costa, al margen de las cabeceras de comarcas (Gandía-Denia-Benidorm-Alicante), ya que todo dependerá del resultado del estudio de viabilidad económico-financiera del Tren de la Costa, adjudicado a la empresa Idom Ingeniería y Arquitectura SA.
Este informe evaluará la demanda del servicio es las diferentes zonas de paso y desde Conselleria apuntan a que el director general de Transportes se ha reunido con los alcaldes de pueblos como El CampelloOndara o Mutxamel para abordar la posibilidad de establecer estaciones en éstos. También se ha establecido conversaciones con aquellos que han presentado alegaciones, como Pedreguer.
De momento, no se sabe quien pasará a gestionar este servicio, si Renfe o Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana. También es posible que se distribuyan los diferentes tramos o que por el contrario se encargue a una empresa privada. Todo depende de los resultados del estudio de viabilidad con el que se podrá determinar qué es más conveniente.
Este es el primer paso del Tren de la Costa desde que el 11 de octubre de 2011 se firmara el protocolo de actuación entre el Gobierno y la Generalitat Valenciana para el impulsar este ferrocarril. Este acuerdo fue firmado por el exministro de FomentoJosé Blanco, y la consellera de Infraestructuras Isabel Bonig en el que se repartieron, como finalmente ha ocurrido, las tareas para impulsarlo.
El Ministerio de Fomento era el encargado de redactar y pagar el estudio informativo de todo el trayecto, más enfocado al área técnica, y la Conselleria de Infraestructuras debía de hacer la reserva de suelo del Tren de Costa para impedir cualquier actuación en los terrenos seleccionados para acoger la nueva infraestructura, que circulará paralela a la AP-7, tarea que llevó a cabo.
"ACERCARÁ MÁS A LA COMUNITAT VALENCIANA"
Fuentes de Infraestructuras explican que el tren de la costa es una reivindicación histórica que  resolverá las exigencias en el arco Valencia-Alicante con una mejora sustancial del tiempo de recorrido. "Acercará más a la Comunitat Valenciana" apuntan. Destacan mejoras como la mayor cercanía entre las universidades y la pérdida de importancia del lugar donde se viva dentro de la región, ya que se aminora el tiempo de trayecto entre las provincias, que será de aproximadamente una hora y media.
También hacen mención a la mayor facilidad para atraer al turismo debido a que una mejor movilidad hace más atractivo el destino ya que el tiempo entre Alicante y Benidorm se reduce a la mitad y por lo tanto esto afecta a la correlación Madrid-Benidorm. Según un informe de Conselleria de Infraestructuras, presentado en 2010, el trayecto entre Valencia y Denia durará 49 minutos y el recorrido entre Denia y Alicante costará 38 minutos, cuando con el TRAM se tarda dos horas y cuarto.

PERSONAS VÍRICAS que CONSUMEN ENERGÍA


Bloguera: Desde este pequeño rincón quiero felicitar a la autora de este artículo porque me ha encantado. Yo los llamo "vámpiros psiquicos", vienen y te deján sin gota de energía y haberlos ailos y de todas las clases y los hemos sufrido, por eso como he vivido sus terribles efectos aunque vengán disfrazados (distintos físicos y sexos, la esencia cuanso "has sufrido a alguno de ellos la reconoces inmediatamente y lo mejor es salir corriendo si acabas de conocerlos antes de que te chupen como una sangüijuela


Personas víricas que consumen energía

Llegan, nos contagian sus emociones negativas y nos dejan sin fuerzas.

Defenderse y protegerse de este tipo de personas es una obligación.

Parar los pies a los víricos victimistas no es abandonarles sino invitarles a tomar las riendas.

PATRICIA RAMÍREZ 3 MAR 2013 - 00:00 CET. El Pais



ILUSTRACIÓN DE JOSÉ LUIS ÁGREDA

Seguro que usted se ha visto alguna vez en esa situación en la que después de mantener una conversación con un amigo se ha sentido desolado, ha contemplado el mundo con más tristeza y menos entusiasmo que antes de empezar la conversación, o ha pensado: “Madre mía, a este amigo no le pasa nada bueno, siempre tiene una queja”. Y en situaciones extremas, ha escuchado el teléfono, ha visto el nombre de la llamada entrante y ha dejado de atenderlo porque sabe que esa persona, de alguna manera, le va a complicar la vida: le va a contar un nuevo problema o seguirá hablando de su monotema, por lo general con temática “desgracia”. La pregunta que uno se plantea siempre después de pasar un rato con las personas víricas es: “¿Y yo qué necesidad tengo de estar oyendo esto?”.
¿Quiénes son las personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza, de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción negativa que hasta ese momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus: llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida.
El origen de la persona vírica puede ser variado: el mal genio, la envidia, la falta de consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de tacto. Lo importante es verse con recursos suficientes para protegerse del contagio. El mundo está lleno de personas víricas de diferentes tipologías, unas menos dañinas y otras malévolas que dejan memoria y cicatriz.
Víricos pasivos. En esta categoría incluyo a los victimistas, los que echan la culpa de todo su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables de lo malo que les ocurre porque son los demás o las circunstancias los que provocan su malestar. Si les escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona por disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a obtener la atención a través de la queja y eso es cómodo. Se sienten maltratados por la vida y abandonados de la suerte. Por supuesto, le hacen sentir mal a quien no les presta la atención de la que se creen merecedores. Con estas personas sufrirá el contagio del virus tristeza, frustración y apatía.
“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien” (Víctor Hugo)
Víricos caraduras. Son los que siempre le pedirán favores, pero a la vez no son capaces de estar atentos a sus necesidades. No mantienen relaciones bidireccionales en las que entreguen tanto como reciben. Tiran de otros sin preguntarles si están bien, si necesitan ayuda, si les viene bien prestársela en ese momento. Son egoístas y egocéntricos, y en el momento en el que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan de mí”, aprovechamiento y resignación.
Víricos criticones. Viven de vivir la vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan todo lo que les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni que hablen de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les vaya bien, les potencia su frustración como personas. No saben competir si no es destruyendo al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el contagio del virus desesperanza, vergüenza, incluso culpa si participa en la crítica. Y la culpa luego arrastra al virus del remordimiento.

Compañías peligrosas

ILUSTRACIÓN: JOSÉ LUIS ÁGREDA
Frase
“Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”, de William Faulkner, narrador y poeta estadounidense, premio Nobel de literatura en 1949.
Canción
‘Las malas compañías’, de Joan Manuel Serrat.
Película
‘Las amistades peligrosas’, con Glenn Close, John Malkovich,
Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves y UmaThurman.
Víricos con mala idea. Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la vida, ya sea porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte no les ha acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le ven una mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo les debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más. Con estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad.
Víricos psicópatas. Para los que no lo sepan, no hace falta ser asesino en serie para ser un psicópata. El psicópata es aquel que inflige dolor a los demás sin sentir la menor culpabilidad, remordimiento y sin pasarlo mal. De estos hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto a propósito, pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo, menospreciado, y se cargan la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque el que lo hace una vez, repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.
Mecanismos de defensa. Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo primero que hay que hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a tomar decisiones y solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que ahogan sus penas sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la atención con sus desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar porque optan por el camino fácil: llorar.
Dígale que estará encantado de ayudarle siempre y cuando se movilice. Y si no lo hace, decida alejarse de alguien que ha tomado la decisión de ser un parásito toda la vida. No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Si decide no tomar las riendas de su vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una ayuda. Se gasta la misma energía quejándose que buscando soluciones. La primera opción consume y resta, y la segunda suma.
“La tristeza del alma puede matarte
mucho más rápido
que una bacteria”
(John. E. Steinbeck)
Ante el virus de pedir, el antivirus de decir no. Si usted no hace prevalecer sus necesidades y prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es ser solidario y otra muy distinta estar a disposición de todos y no estar nunca para uno mismo.
No permita que la persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no estén presentes. Si lo hace con otros, también lo hará cuando usted no esté presente. No entre en su juego ni se identifique con esa conducta. Dígale que no le gusta hablar de personas que no están presentes. Y si se trata de rumores, dígale que no tiene la certeza de que el rumor sea cierto. Los rumores, la mayoría de las veces, son infundados, falsos o exagerados. Se propagan como el viento, y a pesar de que luego se compruebe que son falsos, el daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo hicieran, con respeto, discreción y veracidad. Es más importante ser ético que evitar un conflicto con un criticón.
Y por último, no permita que nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate ni psicológica ni físicamente. Como personas, todos merecemos un trato digno. Hágase valer. Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una segunda oportunidad a quien le ha hecho daño. El que le daña no le quiere; olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o sus problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el maltrato físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar, laboral y entre los amigos.
Rodéese de personas de bien, que le quieran y que se lo demuestren, que le hagan feliz, con las que salga con las pilas recargadas. Tenemos la obligación de ser felices y disfrutar. Hay mucha gente dispuesta a ello. No las deje escapar. Las personas estamos para ayudarnos, somos un equipo.

GOOGLE: "Un día en Google"

Un día en Google

El gigante de Internet ha creado una ciudad de dos millones de metros cuadrados y 3.000 empleados desde la que dirige, idea y da forma al futuro de la web y las comunicaciones

La empresa se asienta en el corazón de Silicon Valley, en la revolucionaria California, en el rincón del mundo que concentra a la gran industria de las nuevas tecnologías

  • ROSA JIMÉNEZ CANO 25 JUL 2013 - 00:00 CET. El Pais
 
  • A la entrada del comedor, Maggie pasa su tarjeta de empleada y tiene gratis toda la gastronomía mundial. Cuando llegue a casa, se encontrará un mensaje con las calorías, hidratos y proteínas que ha ingerido.Google cuida de sus googlers.
    En el 1600 de Amphitheatre Parkway se encuentra la parte terrenal del mayor imperio de Internet del planeta: Google. Cada día, 620 millones de personas entran en el buscador. En sus oficinas no hay horarios. Los 3.000 trabajadores de Googlelandia (37.000 en todo el mundo) viven dispersos por la bahía de San Francisco y adaptan el puesto de trabajo a sus hábitos.
    Uno de ellos es Francesc Campoy Flores. Su labor consiste en difundir en charlas, redes sociales y blogs el lenguaje de programación Go, promovido por el buscador. Este treintañero barcelonés toma cada mañana en San Francisco un autobús de la empresa que le lleva a Googleplex, nombre oficial de la sede de la empresa de Silicon Valley. Va sentado en sillones de cuero con wifi de alta velocidad para poder trabajar durante el trayecto.
    En Googleplex se ha recreado una especie de Arcadia feliz. Ernesto de la Rocha vive sus primeros meses aquí. Su herramienta de integración es la bolsa de fútbol que lleva en el coche. “Conoces gente con la que quizá puedes colaborar. Además de trabajar en equipo, en el vestuario nos contamos proyectos, y es normal que surjan experimentos y se mejoren las ideas”, explica este toledano de 27 años.
    El verde es para la hierba; el azul, para el cielo, y entre medio rojos y amarillos, para los edificios de la miniciudad, con lo que se completan los colores de Google. Ni un desconchado en la pintura, ni un papel en el suelo, ni una voz más alta que otra. Los sheriffs patrullan en patinetes. Todo parece sacado de El show de Truman.
    Más que un centro de trabajo, parece un campus universitario, no solo por lo relajado en el vestir, sino por la juventud de los trabajadores. Lo normal es moverse en bicicleta. Hay un servicio interior de la propia empresa, pintadas con los colores del logo. Basta tomar una y pedalear. Visitantes, abstenerse. “Podrías caerte y demandarnos”, advierteMaggie Shiels.
    La bolera para los empleados. / R. J. C.
    Maggie fue periodista de la BBC y ahora trabaja aquí con los medios. Pronto recibirá un curso de HTML5 (el lenguaje de programación web más avanzado). “Quizá me depare un cambio en mi vida”, suelta con flema británica.
    Googlelandia es una ciudad que abarca más de dos millones de metros cuadrados, con cinco edificios que se alimentan con paneles solares para ser energéticamente sostenibles. Económicamente lo son de sobra. En 15 años han pasado de perder millones a conseguir beneficios superiores a 10.000 millones de euros. Nunca tanto servicio gratuito proporcionó tanto dinero ni tanto control sobre el mundo.
    Unos van por aquí en patinete, otros parecen deambular disfrazados. Chanclas, bermudas y camisetas son el uniforme del empleado de esta fábrica de software y algoritmos. Cada esquina se aprovecha para una ocurrencia. Si una zona recuerda un campamento militar, en otro punto la colonia japonesa de googlers ha levantado un jardín zen, y en otro la tribu ecologista ha creado un huerto de judías verdes.
    Junto al comedor se forma una cola delante del taller de reparaciones. Cualquiera puede llevar su ordenador o su bici para una puesta a punto. En el siguiente pasillo hay una bolera de cuatro pistas. A pesar de sus atractivas pantallas electrónicas y marcadores luminosos, solo una pareja se desliza por el parqué. Él es mexicano, y ella, coreana. Ambos trabajan en Ads, el servicio de inserción de publicidad en el buscador, la joya de la corona de la empresa. Si la bolera está desierta, más éxito tiene la lavandería. Montones de bolsas, con nombres colgando, se agolpan frente a las máquinas industriales. ¿Para qué hacer la colada en casa cuando se puede traer al trabajo y llevársela limpia, y gratis, al día siguiente? Hay que ganar tiempo. Productividad, productividad. Es la consigna.
    El edificio noble es el número 43. Un transbordador espacial corona las escaleras de madera de la entrada y hay paredes llenas de fotos con los grandes hitos de la empresa. En la salita de espera, una gran nevera ofrece refrescos, pero nada de bebidas con gas, que engordan. Solo agua, aunque de distintos sabores.
    Googlelandia está de fiesta. Celebra este mes el orgullo negro. Doce meses, doce causas dedicadas al buenismo o a la mala conciencia. No se ve mucho negro, aunque seguramente habrá una cuota. Google no indica cuántos de sus empleados son mujeres, ni el porcentaje por edad ni raza, pero Maggie recuerda que tienen hasta grayglers (empleados canosos), y como muestra, Vinton Cerf, padre de Internet y propagandista de la empresa. ¿Algún otro empleado maduro? Nos repiten: la empresa no proporciona datos de la edad, sexo o raza de sus empleados.
    Aquí no hay horarios, todos adaptan el trabajo a sus hábitos
    Esta vez toca llenar las paredes con charlas y conferencias de artistas, investigadores e historiadores afroamericanos. Las actividades se plantean a partir de las cinco de la tarde o a la hora de comer. “Lo organizan ellos mismos”, aclara Maggie, “pero la empresa corre con los gastos, salas y cuestiones de infraestructuras”. Esa es la misión de la Black Google Network.
    Al cruzar la calle, un coche nos cede el paso, aunque lo sorprendente es que va sin conductor. Otra genialidad de este gigante, que tiene un 37% de sus empleados dedicados a la ingeniería. La mitad de todos sus productos se encuentran en fase de pruebas. Los vehículos autodirigidos ya tienen licencia para circular en el Estado de California.
    Llegamos a un edificio consagrado a Android, su sistema operativo, inicialmente para móviles y ya en tabletas, consolas, televisores, relojes y pronto en coches y neveras… El robot verde, la imagen de Android, está aquí reproducida como una estatua gigante en un jardín. Nos lo encontramos en todas las versiones posibles: como un superhéroe, actor, cocinero…La adoración está justificada. Ha sido una jugada maestra empresarial, pues evitó a Google quedarse marginada del mundo de los smartphones y quitarle el cetro a Apple. Android es un ejemplo más de la imparable investigación de esta empresa.
    Por ejemplo, Google Now!, un software para smartphones que pronostica lo que se tarda de casa a la oficina según la hora a la que salgas. Baris Gultekin (Estambul, 1977) es el cerebro de este servicio que, con solo echar un vistazo, te informa del tiempo en las próximas horas o a qué hora se debe salir de casa para llegar puntual a la cita. Cuando se viaja a un lugar distinto del de origen, muestra los monumentos más cercanos. “También sabe decirte cuánto cuesta algo en tu moneda cuando estás en el extranjero”, explica Gultekin, “o te advierte cuándo se estrenan en el cine las películas que te interesan”.
    Tras graduarse en la vecina Universidad de Stanford, como los fundadores Larry Page y Sergey Brin, Gultekin pasó a formar parte del equipo que desarrolla la aplicación de los anuncios, Ads. Después, al servicio de los mapas. Fue entonces cuando se propuso adelantarse a las peticiones del consumidor. Su proyecto es el resultado de esa libertad creativa. Los ingenieros de Google cuentan con el 20% de su tiempo para proyectos propios. El correo Gmail fue fruto de este tiempo libre. Cuando llevaba un año dedicando los viernes a esta idea, se la presentó a sus superiores. Now! ya está en los smartphones con Android.
    Vestíbulo del edificio principal.
    Tedd Carlisle se esmera en desmontar clichés sobre los cerebros que contratan. Asegura que las calificaciones universitarias no son determinantes. “Sí se mira, mucho, muchísimo, en los recién salidos de las aulas. Pero el resto de las veces nos interesa saber qué sabe hacer alguien y ver si su forma de ser encaja con nosotros”.
    Carlisle es uno de los responsables de contratación. Su antesala está atestada de máquinas recreativas, desde el tetris a juegos de baile con un ritmo endiablado. El centro se reserva para una mesa de pimpón impoluta, parece la original, la que en sus inicios empleaban como mesa de reuniones. Otra reliquia de la historia, corta, pero extraordinaria, de este imperio que nos gobierna sin enterarnos. Este edificio 42, desde luego, no parece una fiesta, a pesar de las maquinitas y de que algunos de los trabajadores se han montado un carrito coctelera con material para hacer múltiples variaciones de gin tonics.
    Uno de los más viejos del lugar es Bernardo Hernández, fue uno de los primeros españoles en llegar a Google. Este salmantino de 43 años, tras siete en la empresa, ha decidido decir adiós. Ha sido director mundial de marketing de Google Maps; luego estuvo en el lanzamiento de Android, y después, responsable del contenido local y gastronómico. Durante este tiempo también aprovechó para montar Step One, una aceleradora de empresas tecnológicas españolas en el valle del silicio. Solo tiene buenas palabras para su empresa. Considera que es el lugar más creativo donde ha trabajado nunca.
    Para Carlisle, que alguien se vaya no es una alegría, es un problema. “Tenemos un equipo para mantener relación con los exgooglers. Cuando conseguimos la propuesta adecuada, les invitamos a volver”.
    A última hora de la tarde no hay mesas libres para disfrutar del sol y tomar un capuchino. La atracción de los googlers son dos parejas jugando a vóley-playa. Los españoles disfrutan del lugar, pero siguen, como los emigrantes de la posguerra, con la idea de volver a casa. “Quizá cuando mejoren las cosas”, rumia el toledano Ernesto de la Rocha.

    En el país de las hadas del rododendro

    MUNDOS DEL FIN DEL MUNDO / 4

    En el país de las hadas del rododendro

    El cañón del Yarlung Tsangpo, en el Tíbet, es uno de los puntos geográficos más remotos e inaccesibles del planeta

    Rodeado de alguno de los picos más elevados del mundo, el desfiladero discurre entre una vegetación exuberante y frondosa que complica la travesía

    Es la tierra de las flores, escenario de grandes gestas de exploradores que se jugaron la vida por desentrañar el enigma de esta garganta

     23 AGO 2013 - 00:00 CET


    VIDEO:

    Hubo un tiempo en el que la exploración geográfica fue cosa de espías. Ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX durante lo que Kipling llamó El gran juego y en el lado ruso fue citado como Torneo de sombras, en realidad eufemismos para denominar la gran pugna por la hegemonía en Asia Central, donde rivalizaban la Gran Bretaña victoriana y la Rusia zarista. Allí, igual que en tiempos de Kipling, se sigue jugando el futuro la humanidad. Cinco potencias nucleares del planeta tienen intereses en la zona: China, Rusia, Estados Unidos, Pakistán e India. Países muy diferentes entre sí que arrastran un enorme fardo de pugnas y rivalidades sociales, étnicas, religiosas, políticas y económicas. En el Tíbet, el extremo oriental de ese enorme tablero geográfico, se escondía el  cañón del Yarlung Tsangpo, un enigma que los británicos trataron de desvelar desde finales del siglo XIX. Nadie había conseguido recorrerlo en su totalidad. Era un reto excepcional. Parecía inconcebible que a finales del siglo XX existiese un territorio inexplorado de estas dimensiones.
    Era otoño cuando viajamos a Lhasa, la capital del Tíbet, sobrevolando la cordillera del Himalaya. A través de las ventanillas del avión contemplamos las montañas más altas del planeta, que rasgan con sus cimas las nubes, emergiendo de ellas como islas en un mar de seda. Distinguí, en una rápida mirada, el arbotante de roca que  la cumbre del Makalu sostiene. Probablemente ese pilar de granito rojo sea la escalada más bella de cuantas hemos intentado en Nepal. La más alta, una temible pirámide negra de silueta inconfundible, es el Chomolungma o Diosa madre de los vientos: el Everest. Un poco más al oeste se yergue la cumbre plana del Cho Oyu, la Diosa turquesa, mientras mucho más lejanos observo el Kangchenjunga y el Shisha Pangma, el Trono de los dioses. Recuerdo las veces que hemos estado allá abajo, escalando con las manos ateridas por el frío, el corazón encogido por un alud atronador y el abatimiento provocado por el aire enrarecido. Nos dirigimos a una aventura no menos difícil e inquietante, a uno de los últimos desafíos de la exploración geográfica; una vasta extensión saturada de aventura, de densos bosques, ríos temibles y altas montañas inescaladas. Es la zona más desconocida del Tíbet: el gran cañón del Yarlung Tsangpo. Me puso sobre su pista un libro del geólogo suizo Augusto Gansser, tituladoHimalaya, el techo del mundo, que me recomendó mi maestro Eduardo Martínez de Pisón. En él, Gansser, fallecido el año pasado con 101 años, escribió: “En la Tierra existen pocas montañas que guarden sus secretos tan celosamente como los grupos de Namche Barwa y del Gyala Peri, atravesados por el Yarlung Tsangpo, que fluye por la mayor garganta del mundo. Aquí termina la cordillera del Himalaya, de tres mil kilómetros de extensión, pero el cómo y el porqué son una incógnita abierta”.
    Apenas nos detenemos en Lhasa, la capital del Tíbet, hoy convertida en una anodina ciudad de edificios acristalados y amplias avenidas, donde se cruzan ejecutivos chinos con nómadas venidos de la altiplanicie, monjes y peregrinos que circundan el templo de Jokang, el Vaticano budista, todos ellos bajo la vigilancia del omnipresente ejército chino deliberación. El Yarlung, que discurre tranquilamente no muy lejos de aquel majestuoso Potala, el palacio-monasterio que una vez acogió a los  Dalai Lama , nos indica el camino a seguir. Después de más de una semana de un traqueteado viaje en un todoterreno, superando collados a más de cinco mil metros de altitud, llegamos por fin al pequeño pueblo de Pei, el lugar donde el Yarlung comienza su misterioso viaje a las profundidades. Se trata de un poblado de aspecto miserable y calles embarradas por la lluvia que, según me comentan los nativos, lleva cayendo sin cesar desde hace cuarenta días. Algo frecuente en este lugar por las tormentas monzónicas que ascienden desde el golfo de Bengala y se cuelan por esa enorme brecha natural abierta en la barrera del Himalaya. Nuestro alojamiento son cuatro paredes de tablas cubiertas por unas chapas metálicas bajo las que solo hay unos sórdidos camastros ya ocupados por una gran variedad de insectos. Así pues, a pesar del mal tiempo, salimos a pasear y nos acercamos a la orilla del Yarlung, donde se oyen restallar las banderas de oración budistas lanzando su habitual plegaria Om mani padme hum a los cuatro vientos.
    Es una vasta extensión de densos bosques, ríos temibles y altas montañas inescaladas”
    El cielo amenaza tormenta y me quedo mirando aquel horizonte plomizo y atronador que nos aguarda. En este punto, donde termina el Himalaya por oriente, el Yarlung se precipita en grandes saltos y durante unos 230 kilómetros configura uno de los más increíbles espectáculos de la naturaleza. Un cañón de aguas tumultuosas que arrasan cuanto se encuentra a su paso, rodeado de una vegetación exuberante y constantes obstáculos que obligan al río a efectuar más de ochenta giros, alterando su curso previo en unos 270º mientras rodea el Namche Barwa o Roca cayendo del cielo, una montaña sagrada para los tibetanos y con 7.782 metros la más alta de Pemako, región conocida como tierra de las flores. Una vez superado el último gran obstáculo, sus aguas se despeñan hacia las llanuras de Assam después de haber salvado casi tres mil metros de desnivel y en dirección contraria, donde pasa a llamarse Brahmaputra, en honor de Brahma, el dios de la creación, y termina desembocando en el golfo de Bengala. Nadie hasta entonces había recorrido por completo, a pie o a bordo de una embarcación, el cañón más profundo e inaccesible del planeta.
    Los días que hemos perdido en llegar a la puerta del cañón del Yarlung y la certeza de que somos vistos con recelo por parte de una expedición científica china con la que coincidimos en Pei me decide a ponernos en marcha sin más demora. Tantos controles deben tener una explicación. Algunos nativos nos cuentan que hay un proyecto de realizar aquí un gigantesco salto de agua que aproveche el enorme potencial del Yarlung. Teniendo en cuenta la consumada en la presa de las Tres Gargantas, no nos parece una idea descabellada. Además, este territorio está en litigio con India. Así pues, la presencia de extranjerosarmados con cámaras no les debe de resultar precisamente simpática. Algo que, efectivamente, confirmaremos al final de la expedición, cuando las autoridades chinas se presenten en nuestro hotel en Lhasa y nos requisen todo el material filmado. Es probable que, sin saberlo, nosotros fuéramos vistos como piezas del inacabado Gran juego.
    Nuestra intención es adentrarnos todo lo que podamos en el cañón, siguiendo su curso lo más cerca posible. Contratamos como guía a un cazador de la zona y a 18 porteadores de entre los vecinos que ha dejado libres la expedición china, que, obviamente, tiene prioridad para contratarlos. En cuanto tenemos resuelta la logística, sencilla por su simplicidad, nos ponemos en marcha. Durante dos días aún encontramos algunos villorrios miserables donde los campesinos se apresuran a recoger la cosecha aprovechando el corto periodo de la breve temporada seca. La presencia humana en el cañón es muy escasa, pero data de antiguo. El invierno entrará en breve y los días despejados nos permiten por fin divisar un impresionante panorama. Nos encontramos ante siete picos que superan los siete mil metros de altitud y otros 15 que sobrepasan los seis mil, a cuyos pies se extiende una densa jungla que da cobijo al takín (un bóvido salvaje), osos de collar, leopardos de las nieves, pandas rojos, innumerables aves, gran variedad de serpientes y sanguijuelas, y, según dicen los lugareños, hasta el mismísimo Yeti. También se esconden en ella multitud de especies vegetales aún por clasificar. Un auténtico paraíso para los botánicos, como el británico Frank Kingdon Ward, quien bautizó este lugar como el país de las hadas del rododendro.
    Un porteador sortea el río Yarlung Tsangpo. / SEBASTIÁN ÁLVARO
    En 1924, el mismo año del trágico intento de George Mallory, el alpinista británico que acababa de desaparecer en el Everest, los británicos al Everest, Ward se internó, junto a lord Cawdor, en el gran cañón del Tsangpo. Tenía 38 años y hablaba chino. Con un talante muy parecido al de Ward escribió: “Estamos preparados para todo, excepto para la posibilidad de fracasar”. Emprendieron el camino por la misma ruta de anteriores exploradores, como Kinthup y Bailey, siguiendo el curso del río desde Pei hasta Gyala. Tuvieron más suerte que sus antecesores, subieron lo más alto posible y consiguieron ver unas cataratas, no tan impresionantes como las que esperaban encontrar. Las bautizaron con el nombre de Rainbow Falls, pero Kingdon Ward nunca pudo desvelar este misterio geográfico. Aunque con su libro The riddle of the Tsangpo gorges o El acertijo del cañón del Tsangpo dio a conocer en Europa las maravillas de este lugar en el que ahora nosotros comenzamos a internarnos.
    Sin duda, uno de los mayores héroes de la exploración del Yarlung Tsangpo fue un sastre analfabeto de Sikkim llamado Kinthup. En 1866, los británicos pusieron en marcha un servicio de espías muy particular: los pandits, nativos de las regiones del Himalaya, fueron reclutados por el Servicio Trigonométrico de India para obtener datos y mediciones clandestinas y poder efectuar topografías de regiones prohibidas. Los pandits contribuyeron a hacer posible una de las más importantes hazañas geográficas de todos los tiempos, la cartografía de amplios territorios del Himalaya y el Karakórum. Arriesgaron sus vidas: muchos de ellos serían descubiertos, ejecutados o convertidos en esclavos. En 1878, las autoridades coloniales británicas decidieron intentar resolver el enigma del Yarlung, y para ello enviaron desde Darjeeling a un pandit, Singh, con un sirviente, Kinthup. Sorprendentemente para los medios con que contaban, los dos hombres consiguieron llegar hasta Gyala, que entonces, al igual que hoy, era el último lugar habitado antes de la entrada en las gargantas.
    La jungla da cobijo al takín, el oso de collar, el leopardo de las nieves, serpientes y sanguijuelas”
    Pasada esta última aldea, el terreno se hace más áspero, y el tronar del agua, más atemorizador. El paso clave es una travesía horizontal, con el vacío y el Yarlung acechando a nuestros pies, por la que pasamos, tendiendo una cuerda y un tronco, como moscas adheridas a un cristal. Luego nos alejamos del cauce y ascendemos hasta un lago alpino convertido en un enorme pantanal. La humedad nos empapa, pero hace posible una vegetación exuberante donde millones de árboles estallan en colores otoñales. Es, me lo parece, abrumado por semejante espectáculo, la más maravillosa demostración de la naturaleza. Por encima de la selva resplandecen las más hermosas y desconocidas montañas que he visto jamás. Durante días seguimos abriendo camino a golpe de machete por unos bosques sombríos donde los rayos de luz apenas rozan el suelo. Al sexto día de marcha alcanzamos el punto en el que los glaciares que descienden de la cumbre del Gyala Peri son bañados por el Yarlung creando un desnivel tallado a pico de más de cinco mil metros.
    De su primera exploración, en la que no obtuvo ningún logro importante, a Kinthup se le reconoció que tenía “tenaz coraje y celo explorador”. En el siguiente intento, Kinthup se hizo pasar por el sirviente de un lama mongol y ambos deberían fingir ser peregrinos. En el verano de 1880, el lama y Kinthup se pusieron en marcha, pero muy poco después el lama dio muestras de su poca disposición a ser agente clandestino y su menos virtuosismo como clérigo. Maltrataba públicamente a su sirviente, que no podía protestar para que no los descubrieran, y se enredó cuatro meses en una aventura amorosa con la mujer de su anfitrión en el pueblo de Thun Sung. Por fin, con 25 rupias menos para compensar al marido burlado, en marzo de 1881 llegaron a la aldea de Gyala. Esta vez idearon una estrategia muy ingeniosa: cortarían leños de árbol, los marcarían de una forma convenida y los lanzarían a la corriente para que unos funcionarios situados en la zona india pudiesen saber si procedían del Tsangpo. Sobre el papel se trataba de una idea sencilla pero eficaz. Sin embargo, el viaje de Kinthup se complicaría mucho más de lo esperado. Ni él ni sus jefes pudieron imaginar que su travesía iba a durar cuatro años.
    El lama resultó ser un traidor detestable que acabó vendiendo a Kinthup como esclavo un año después de su partida. Tras nueve meses de cautiverio, este ideó un plan de fuga y se escapó, pero en lugar de huir hacia la seguridad de India, siguió empeñado en encontrar las aguas del Tsangpo. Con sus perseguidores pisándole los talones, Kinthup recorrió el curso del río durante cien kilómetros hasta que le dieron alcance en el monasterio de Marpung. Nuevamente la suerte le fue favorable y el jefe del monasterio lo compró por 50 rupias. Aprovechando su nueva situación, pues su nuevo señor era más tolerante, siguió efectuando reconocimientos del Tsangpo. Luego pidió permiso para realizar una “peregrinación” a Lhasa, la ciudad sagrada, que se encuentra a más de 500 kilómetros de aquel lugar. Allí hizo entrega de una misiva que debían hacer llegar a sus jefes para que estuvieran atentos al río en unos días indicados. Luego rehízo el camino de vuelta a la esclavitud voluntaria. Su amo quedó tan impresionado que le concedió la libertad por su “celo religioso”. Pero Kinthup aún se quedó trabajando para poder ahorrar dinero para el largo viaje de vuelta. Luego, durante los tres días previstos, lanzó los troncos a las aguas del Tsangpo.
    Sin duda, cualquiera hubiese pensado que el deber de un funcionario había sido cubierto con creces, pero Kinthup no era uno de los normales. En lugar de regresar rápidamente a ponerse a salvo, continuó aguas abajo, hacia una zona infestada de tribus hostiles y cazadores de cabezas. En la jungla de Assam, el ejército británico había tenido que batirse en retirada varias veces, y lo mismo le ocurrió al valiente pandit que solo de milagro salió con vida para contarlo. Su peripecia era tan increíble que cuando regresó a Darjeeling, nadie le creyó. La lacra de los burócratas, tantas veces repetida, ocultó la historia de Kinthup. Su carta fue archivada, nadie estuvo preparado a la orilla del Brahmaputra para ver pasar los troncos, y el jefe que le había mandado de expedición, el capitán Harman, había muerto en Europa. Fue un oficial británico apellidado Bailey, explorador él mismo del cañón del Yarlung, quien rehabilitaría la figura de un ya anciano Kinthup treinta años después. Tras corroborar los datos aportados, su informe fue reconocido como la más valiosa aportación para desvelar el misterio de las gargantas del Tsangpo. Desgraciadamente, a los pocos meses de cobrar una recompensa de mil rupias fallecería uno de los más grandes exploradores del Himalaya y uno de los servidores más leales que jamás tuvo el imperio británico.
    Por encima de la selva lucen las más hermosas y desconocidas montañas que he conocido”
    A medida que nos adentramos en la selva del Tsangpo sentimos la fascinación que desprenden los grandes espacios intactos de la Tierra. Hay jornadas en las que, después de más de siete horas de marcha y esfuerzo con el machete, apenas avanzamos tres kilómetros sobre el mapa. A pesar de los guantes de cuero, tenemos las manos llenas de heridas a causa de los tallos y ramas de bambú, muy cortantes. Solo el ruido de nuestros pasos y el de los pájaros cuando levantan el vuelo a nuestro paso quiebran el agobiante silencio. Mientras avanzamos, las dificultades van en aumento. Cualquier rastro de camino ha desaparecido y tenemos que vencer los recelos de los porteadores, que cada vez se muestran más reacios a seguir por un terreno que se vuelve más complicado y desconocido. Damos rodeos y nos perdemos. Pasamos horas antes de volver a recomponer la caravana. Después nos internamos en el más increíble bosque de rododendros que hayamos visto jamás. Tenían razón los exploradores británicos, en verdad es un bosque de hadas. Todo es grandioso y, al tiempo, estremecedor. Pero la marcha se vuelve terriblemente penosa. Nos destrozamos las manos de agarrarnos a enredaderas, como si fuesen cuerdas, para no resbalar por pendientes empapadas de agua que nos llevan al vacío. Muchas veces nos perdemos y nos vemos obligados a retroceder y, a gritos, encontrar el camino que siguen nuestros compañeros. Vemos restos de grandes avalanchas producidas por terremotos, pues estamos en una de las zonas sísmicas más activas del planeta. Saltamos de bloque en bloque, en precario equilibrio, en un escenario salvaje y con el río rugiendo a nuestros pies. Por si fuera poco, la comida es muy escasa. A escondidas, los porteadores han decidido abandonarla para obligarnos a retroceder. En su torpeza no han calculado que los osos iban a aprovechar ese regalo, lo que nos supuso una retirada a la desesperada contra el reloj y el hambre que nos acuciaba más que en ninguna otra expedición.
    A la bajada de un último collado descubrimos unas ruinas abandonadas. Es el antiguo monasterio de Pemako. Parece como si el tiempo se hubiera detenido y el olvido se hubiera apoderado de sus muros derruidos. Fue destruido durante la revolución cultural y los caminos fueron poco a poco engullidos por la naturaleza. El musgo y la vegetación recubren sus derruidas paredes y los árboles crecen dentro de lo que hace muchos años debió de ser un recinto sagrado. Descubrimos los restos de una estatua decapitada de un buda de bronce debajo de las piedras. Con ella, los porteadores levantan un pequeño altar y cubren los alrededores del campamento con banderas de oración. Ya no querrán internarse un metro más en el cañón. Quieren volver a sus aldeas, conscientes del peligro que corremos. Al menos conseguimos que nos esperen en este lugar mientras nosotros seguimos un día más. Queremos continuar para ver perderse las aguas del Yarlung, nuestro compañero inseparable de estos días, en un oscuro y angosto cañón de paredes verticales donde reverbera su ronco bramido…
    Allí, protegido por la penumbra y el misterio, se encuentra uno de los últimos lugares de la Tierra que sigue envuelto por el fascinante atractivo de lo desconocido.
    PD. Cuatro años más tarde, un equipo de Al filo… regresaría al cañón. A pesar de sufrir un accidente, mis compañeros lograrían terminar el reto planteado y explorar el resto de la garganta más desconocida, llegando hasta las enigmáticas cataratas que estuvieron buscando los exploradores británicos. Pero cuando quisieron continuar, ya por la parte más conocida del cañón, después de la Gran Herradura, las autoridades chinas no se lo permitieron.

    Álvaro Bultó practicando ‘wingfly’ ha fallecido en Suiza


    Muere Álvaro Bultó practicando ‘wingfly’

    El aventurero y empresario de 51 años sufre un accidente en los Alpes suizos
    EL PAÍS Madrid 23 AGO 2013 - 16:03 CET272



    Álvaro Bultó, preparado para practicar 'wingfly'. / J.L.


    Álvaro Bultó, de 51 años, ha muerto esta mañana en los Alpes suizos mientras practicaba wingfly, según ha confirmado la familia del deportista a la cadena SER. El wingfly es un tipo de paracaidismo de alto riesgo que consiste en lanzarse al vacío y planear con un traje que incorpora membranas a modo de alas, aprovechando las corrientes de aire. "Estamos a la espera de la confirmación de los detalles de este trágico accidente por parte de la policía suiza", ha señalado su representante.

    El empresario, presentador y aventurero ya tuvo un percance durante otro salto con su traje de alas en Benidorm en junio. Pretendía sobrevolar el Gran Hotel Bali y pasó a sólo 30 metros de su tejado. Quería aterrizar en la playa, pero un problema con su paracaídas provocó que acabara en el tejado del hotel. Entonces sufrió contusiones leves.

    Álvaro era hijo de Francisco Bultó, el fundador de las fábricas de motos Bultaco y Montesa y tío del expiloto de MotoGP Sete Gibernau. Él mismo fue piloto de motos en su juventud.

    Además de por sus prácticas deportivas, Bultó también se hizo conocido al ser un habitual de las revistas del corazón por sus relaciones. Su romance más sonado fue con la infanta Cristina, pero con quien estuvo a punto de casarse fue con la modelo y presentadora Paloma Lago. Además, se le atribuyeron relaciones con otras famosas.

    Bultó era un apasionado de la aventura y en muchas entrevistas defendió su modo de vida y su pasión por hacer lo que realmente le apetecía. Intervino el 1 de enero de este año en el programa Hoy por hoy de la cadena SER, según informa la emisora, para explicar la experiencia que se siente al volar de esa manera. Un sueño que tenía de niño y que por fin había podido hacer realidad, dijo. Además Bultó expresó su deseo de emular el salto desde la estratosfera de Félix Baumgartner.

    Se convirtió en una cara muy conocida al aparecer habitualmente en televisión, tanto como concursante como presentador. Fue uno de los participantes en el concurso de Antena 3  Splash, famosos al agua, donde famosos saltaban en trampolín. También concursó en una de las ediciones de Mira quien baila, cuando se emitía en La 1. Estuvo 13 años trabajando en Televisión Española, Frontera límite, dirigiendo y presentando  un programa de deportes de aventura. En Discovery Max presentaba el programa Así se hace.


    Condolencias en la Red

    Desde el momento en que se ha conocido el fallecimiento de Bultó, las redes sociales se han llenado de mensajes de amigos, conocidos y compañeros de profesión, doliéndose por su pérdida y dando mensajes de ánimo a la familia.

    Desde Ivonne Reyes, quien tuvo una relación con el aventurero, que escribía “No es posible lo de Álvaro” a Christian Gálvez -“DEP Álvaro Bultó. Abrazo amigo, no con brazos. Con alas. Vuela alto, aún más”-, pasando por Juan Echanove -“Apenado por el accidente de Álvaro Bultó, gran aventurero y deportista. Una desgracia. Mis condolencias a amigos y familia”-, la escaladora Edurne Pasaban -“Hemos perdido a un gran aventurero, un gran amigo y una gran persona #alvarobulto. Un fuerte abrazo a la familia”- o los pilotos Jaime Alguersuari -“Pocas palabras, descansa en paz amigo. Nos has dejado haciendo lo que amabas, serás siempre un héroe”- y Nico Terol - Mi más sentido pésame a la familia de Álvaro Bultó Mucho ánimo a toda su gente”-.

    María de Villota, Mireia Belmonte, David Bustamante, Jordi González, Julio Salinas, Soraya Arnelas, Nuria Roca, Chenoa, y muchos más, sumándose a lo largo del día. Y entre ellos, otro arriesgado deportista, Jesús Calleja: “Álvaro Bultó era un gran deportista y aventurero. Estoy escalando y creo que me tengo que bajar me resulta imposible continuar”.

    22 de agosto de 2013

    TRAMPA ECOLÓGICA PARA MOSQUITOS



    ¿SABES POR QUÉ LOS MOSQUITOS PICAN MÁS FRECUENTEMENTE A LOS HUMANOS 
    EN LOS TOBILLOS, MUÑECAS Y CARA? 
    PORQUE SON LOS LUGARES POR DONDE EXUDAMOS MAS ANHÍDRIDO CARBÓNICO.  
             TRAMPA ECOLÓGICA PARA MOSQUITOS

    Os lo transmito como lo recibo, porque es sencillo, sale barato, es menos tóxico y puede beneficiarnos a todos.  
    Cómo eliminar a los molestos mosquitos Para ayudar en la continua lucha contra los mosquitos, os sugerimos una trampa casera que puede matar muchos de estos insectos.
    Lo que necesitaremos es muy sencillo y económico: 200 ml de agua,
    50 grs de azúcar moreno.
    1 gramo de levadura (puedes comprar un sobrecito en el súper). 

    1 botella de plástico de 2 litros:

     
                                                                         
        
    A continuación los 5 pasos a seguir: 1. Corta la botella de plástico por la mitad y quédate con la parte de abajo, pero no tires la parte de arriba, pues la necesitarás al final.
    2. Diluye el azúcar moreno en agua caliente. Una vez disuelta deja enfriar el agua.
    3. Añádele la levadura. No hace falta mezclarlo. Se irá creando dióxido de carbono.
    4. Tapa el recipiente con la parte de arriba de la botella, invertida a modo de embudo.
    5. Cubre la botella con algo negro, excepto por la parte de arriba y colócala en algún rincón de la casa.
    En dos semanas podrás ver la cantidad de mosquitos que murieron atrapados en la botella.
    Con este sencillo método casero reduciremos los criaderos de mosquitos y evitaremos muchas de sus molestas picaduras.
    Puede ser de gran utilidad en escuelas, parques infantiles, hospitales, casas familiares, chalets, etc.
    Haciéndolo nos beneficiamos nosotros y a los demás. 
     
    Pásalo, es seguro y preventivo. 
     
    Gracias.